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Isaac Newton



















Además de ser uno de los más importantes científicos de todos los tiempos, Newton fue también un notable mago y alquimista, aunque la historia y la ciencia más ortodoxa se resistan a aceptarlo.
Ahora, es el protagonista de una insólita novela de CF que combina los más avanzados Cyber-Punk y Steam-Punk, en la que, descifrando los misterios de los agujeros negros, luchará junto a inteligencias artificiales por el dominio del Mundo.





¿Steam-Punk?: género como consecuencia de redención en la Obra de Sergio Meier (por Miguel Vargas)






¿Steam-Punk? ¿Cyber-Punk? ¿Culture-Punk? ¿Whatever-Punk? Mi opinión es que no importa. Herejía contra la proto-religión denominada: nueva Ciencia Ficción chilena. Parece una contradicción, pero no lo es, sólo desoigamos a la lógica y será explícito que esto no es más que proselitismo.
La vida es una enfermedad del espíritu, escribió Novalis (esta es una cita que ya citara el supracitado Borges en “Una vindicación del falso Basílides”: volver a mencionarlo no parece torpe si nos proponemos hablar de una segunda Enciclopedia de Tlön). Para quienes concordamos con el escritor romántico, y con algún otro, la insoportable levedad del ser se torna exactamente eso: insoportable (Life is a pigsty). Rehuir el drama, y el melodrama, no es mi propósito, más bien beberlo hasta las heces. Fosca perspectiva, pero inevitable ¿Qué nos queda si rehusamos el mal gusto de la auto inmolación y la ingenuidad de la piedad? Algunos decidimos sentar a la belleza en nuestras rodillas y escupirla (ya dije que no voy a rehuir el melodrama), ir al infierno y volver, quizá con una escueta sonrisa, o tal vez quedarnos allá.
Ciertos dedos amarillos y gordinflones recubiertos de uñas masticadas (como debe ser) apuntan, enérgicos, acusadores, hacia quienes no adscriben esta filosofía, u otra. Los propietarios de aquellas extensiones carnosas nos aburren con Freud, Lacan, Campbell, Adorno o Derrida (desde que Paul De Man devino nazi, esta última opción ha perdido adherencia). Ángeles pretensiosos (cuya pretensión no es otra que la de alimentarse), cimientan, con un bostezo, el Edén, mientras cuentan las sílabas de la Comedia. Estos espíritus celestes, y una que otra Beatriz, dictaminan quien puede, o no, acceder a los círculos del Cielo. Pero el Cielo es perfecto, simétrico, infinito: aburrido, pavorosa y mortalmente aburrido.
Los que amamos tanto nuestra “porqueriza” que no tememos perderla (aun cuando sea odiosamente fútil), invocamos a Prometeo, al advenimiento de Tlön, para que desintegre este mundo, y una vez que suceda, rogaremos, a su vez, por la destrucción de éste, por el advenimiento de un nuevo nuevo mundo, otro Tlön, otra Enciclopedia: una segunda Enciclopedia de Tlön.
Sergio Meier nos provee de ese nuevo Mundo: Universo de múltiples Universos, Universo donde la física y la alquimia vuelven a encontrarse, Universo donde Newton nos aterroriza una vez más, Universo donde el Renacimiento y la Inglaterra victoriana coexisten, Universo donde la locura de poder explicarlo todo es posible, Universo donde Dios es virtual ¿Contradicción otra vez? No, porque detrás de este tinglado de artificios mágico-técnico-alquímicos (artificios que los juegos de computadora sobrepasan fácil y continuamente) se atisba algo (La-Bàs) medrar. En la obra de Meier, el que llamaremos “género” es consecuencia ineludible, en ningún caso un objetivo. Es la vía por donde, en sus propias palabras, la toma de conciencia del paradigma contemporáneo se manifiesta. De esta manera diverge de historias tan actuales como la idea de la Tierra plana, que, disfrazadas con rayos fotones, viajes temporales, drogas eléctricas y culturas aborígenes jugando pac-man, seducen a los querubines del Cielo (vaya un merecido bostezo para ellas).
El ebrio (por favor, no alcohólico) lápiz Bic de Meier, escarba en los pliegues del lenguaje para hallar uno nuevo. Aun cuando el fracaso parece ser el único final posible, continúa y golpea puertas que no debe. Encuentra la simiente de una nueva estética. Su esfuerzo por empujar a la imaginación al abismo, en una inspiración mesiánica, nos redime. Bebe el vino de los misterios y, sin develarlos, nos lleva una vez más a Eleusis. Nos enseña una vez más, temblando de terror (el terror de la lucidez), a Pan. Nos enseña una vez más, temblando de terror, el Aleph. Se acerca asintóticamente a la Salvación. Pero, y es que siempre debe haber uno, no por mucho. Su obra contiene la semilla de la autodestrucción. Está, irremediablemente, condenada, y él lo sabe. Sabe que no tardará en venir el instante en que necesitemos hurgar otra vez en el misterioso volumen de la Anglo-American Cyclopedia ¿Qué buscaremos esta vez en él? ¿Cyber-Punk? ¿Steam-Punk? ¿Culture-Punk? ¿Whatever-Punk? No importa. Lo que importa es que por el momento, Meier, nos permite sobrellevar esta enfermedad del espíritu, lo que importa es que por el momento, Meier, nos ha salvado del Cielo. Esa es mi opinión.
Miguel Vargas


"La segunda Enciclopedia de Tlön", comentario por Guillermo Ríos Alvarez.



Jorge Luis Borges, en su minuto, dijo que habría una Enciclopedia de Tlön que invadiría nuestro universo real, transformando todos nuestros referentes en un mundo no-Aristotélico llamado Tlön, en donde reglas básicas como el principio de identidad no se cumplen. Lanzada la profecía, sólo quedaba esperar que ésta se cumpliera. Y ésta se cumplió. La coincidencia con el perfil mítico del viejo relato de los “Hijos de la Promesa”, llega casi hasta el ridículo, porque la verdad es que Sergio Meier presenta más de algún rasgo que, si algún malicioso biógrafo algún día quisiera exagerar, podrían hacerle pasar por una suerte de Sonnenmensch (sólo que su campo de acción es esa suerte de Religión Aplicada que es la Literatura). En lo de ser un “universo paralelo” o un “universo alternativo”, “La segunda Enciclopedia de Tlön” cumple sobradamente. Al igual que ésta debía invadir nuestra realidad, la temática básica de la novela de Meier es la invasión de un universo por otro. Existe una especie de realidad superior, anclada en un futuro más o menos cercano (un siglo de distancia en el tiempo desde nuestro presente), dentro de la cuál, como en un conjunto de cajitas chinas, existen varias otras realidades autocontenidas. Estas realidades encuentran una suerte de punto de colapso, un nodo en el que todo el entramado de la realidad debe fallar en cierto instante, quedando el universo irremisiblemente transformado. No es una idea nueva. La Ciencia Ficción viene explotando esta temática desde hace una respetable cantidad de años; eventualmente seguirá haciéndolo, y mangas o animés como “Dragonball Z” o “Evangelion” (por mencionar dos bien diferentes y masivos) han explotado este concepto con relativo éxito. Lo novedoso aquí es un enfoque bastante singular y trascendente. Esto es Cyberpunk de realidades virtuales y universos en la máquina; es Steampunk de ambientaciones victorianas; es Retrofuturismo de historias pulpescas; es Space Opera de naves espaciales y corsarios galácticos; es una mezcla de todo eso en una extraña alquimia de “vino nuevo que revienta odres viejos”… La razón de esllo es bien simple. Sergio Meier es un escritor chileno montado sobre la encrucijada cronológica del Segundo y Tercer Milenio. Es decir, vive una época de profundos cambios a todo nivel –quizás una nueva etapa en la historia de la civilización occidental-. Tal vez no sea entonces casual que Meier haya tomado a Borges como modelo semiconsciente. La biografía de ambos presenta al menos un punto en paralelo: son personas reclusas, aisladas del mundo, viviendo en sus universos particulares, bien refugiados en su propia biblioteca. Borges era un extranjero en Argentina, y Meier es un extranjero en Chile. En realidad, hilando un poco más fino, podríamos argüir, y con razón, que ambos son alienígenas dentro del planeta Tierra, porque se las arreglaron para crear verdaderas vías paralelas de desarrollo –quizás de agotarlas. Ambos, viendo un presente ominoso y un futuro quizás apocalíptico, se refugiaron en la literatura, y construyeron a su alrededor un mundo completo que es, en cierta medida, una ucronía cultural, un alter orbis profundamente enraizado en el pasado, pero que ha experimentado algunas raras mutaciones en el decurso de las eras. El discurso de Borges era canónico respecto a las sagas germánicas, pero profundamente heterodoxo en cuanto a su propia centuria, y lo propio ocurre con Sergio Meier, que en “La segunda Enciclopedia de Tlön” se muestra como un devoto penitente de las catedrales culturales del pasado, a la vez que un rabioso rebelde del presente.
A lo largo de este texto ha vagado de manera subrepticia, y no podría ser de otra manera, la vieja idea filosófica del dualismo, de la realidad por encima de la realidad. Sergio Meier se construyó su propia realidad sobre su realidad. Meier vive en un Quillota que es un alter orbis con respecto a la realidad del resto del mundo, y por último, la novela de Sergio Meier se estructura en “niveles de realidad”. ¿Qué tanto de Borges hay en la novela? Según algunos, nada, y según otros, todo. En verdad, todas estas sucesivas inspiraciones no son sino un baile de máscaras, pero extraída la máscara, siempre es el mismo rostro que nos mira desde el abismo de los tiempos. Platón era dualista: hablaba de un “Mundo de las Ideas” más real que el mundo real. Kant, lo mismo, pero llamándolo “mundo numénico” o alguna otra expresión por el estilo. Desde luego que William Blake (referencia confesa de Meier para construir esta novela, incluso más que Borges) era lo mismo, con sus cosmogonías llenas de dioses que no son otra cosa sino metáforas o abstracciones psicológicas, metafísicas y cosmológicas, un entero macrocosmos abismal para graficar las fuerzas inconscientes del microcosmos. Entonces, nada nuevo bajo el Sol, por una parte… salvo una actualización. Una muy necesaria actualización. ¿Cuántas novelas, como la de Sergio Meier, hoy en día abordan de una manera tan cruda la encrucijada del ser humano? Por un lado tenemos a la ingeniería genética que está remodelando por completo nuestros cuerpos, y por el otro, a la revolución computacional que está generando máquinas que piensan, si no con más ingenio, al menos con mayor velocidad que nosotros (y esa limitación, sólo por ahora).
Nuestra era tiene un extraño sesgo de dualidad. Ahora, en la actualidad, esa dualidad es posible gracias a Internet. Cualquier Pepe Quintana o Lucho Pérez, armado de una conexión a la World Wide Web, puede transformarse por el arte de la internética en DarkDragon o en SamuraiWarrior, o en ambos, generando alias o nicknames que son otros tantos alter ego de ellos mismos. Y lo que es más significativo, son más sonoros e imponentes los Dark Dragon que los Pepe Quintana, y los SamuraiWarrior que los Lucho Pérez. Ese universo de “el otro lado” ya existe, y Tlön es en verdad la invasión de las computadoras en nuestra vida privada, construyendo toda una realidad alternativa. Ahora es todo nuestro planeta Tierra íntegro, esta grosera materialidad a la que nos encontramos amarrados, el verdadero alter orbis. La Tierra ha sido por completo devorada: el mundo es un Tlön computacional. Y eso, la novela de Sergio Meier se encarga de explicarlo muy bien. Quizás demasiado bien.
Guillermo Ríos Alvarez. Junio de 2006.


Sergio Meier

Escritor y traductor. Ha dictado talleres y charlas de literatura y es uno de los pocos especialistas en Fantasía y CF en Chile. Ha publicado: “El color de la amatista” (1986). También realizó una traducción apócrifa de H.P. Lovecraft que aún hace dudar a los más fanáticos. Mantiene inéditas las novelas: “Una huída hacia la muerte” y “La Segunda Enciclopedia de Tlön”, la primera novela steam punk chilena.


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