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¿Steam-Punk?: género como consecuencia de redención en la Obra de Sergio Meier (por Miguel Vargas)






¿Steam-Punk? ¿Cyber-Punk? ¿Culture-Punk? ¿Whatever-Punk? Mi opinión es que no importa. Herejía contra la proto-religión denominada: nueva Ciencia Ficción chilena. Parece una contradicción, pero no lo es, sólo desoigamos a la lógica y será explícito que esto no es más que proselitismo.
La vida es una enfermedad del espíritu, escribió Novalis (esta es una cita que ya citara el supracitado Borges en “Una vindicación del falso Basílides”: volver a mencionarlo no parece torpe si nos proponemos hablar de una segunda Enciclopedia de Tlön). Para quienes concordamos con el escritor romántico, y con algún otro, la insoportable levedad del ser se torna exactamente eso: insoportable (Life is a pigsty). Rehuir el drama, y el melodrama, no es mi propósito, más bien beberlo hasta las heces. Fosca perspectiva, pero inevitable ¿Qué nos queda si rehusamos el mal gusto de la auto inmolación y la ingenuidad de la piedad? Algunos decidimos sentar a la belleza en nuestras rodillas y escupirla (ya dije que no voy a rehuir el melodrama), ir al infierno y volver, quizá con una escueta sonrisa, o tal vez quedarnos allá.
Ciertos dedos amarillos y gordinflones recubiertos de uñas masticadas (como debe ser) apuntan, enérgicos, acusadores, hacia quienes no adscriben esta filosofía, u otra. Los propietarios de aquellas extensiones carnosas nos aburren con Freud, Lacan, Campbell, Adorno o Derrida (desde que Paul De Man devino nazi, esta última opción ha perdido adherencia). Ángeles pretensiosos (cuya pretensión no es otra que la de alimentarse), cimientan, con un bostezo, el Edén, mientras cuentan las sílabas de la Comedia. Estos espíritus celestes, y una que otra Beatriz, dictaminan quien puede, o no, acceder a los círculos del Cielo. Pero el Cielo es perfecto, simétrico, infinito: aburrido, pavorosa y mortalmente aburrido.
Los que amamos tanto nuestra “porqueriza” que no tememos perderla (aun cuando sea odiosamente fútil), invocamos a Prometeo, al advenimiento de Tlön, para que desintegre este mundo, y una vez que suceda, rogaremos, a su vez, por la destrucción de éste, por el advenimiento de un nuevo nuevo mundo, otro Tlön, otra Enciclopedia: una segunda Enciclopedia de Tlön.
Sergio Meier nos provee de ese nuevo Mundo: Universo de múltiples Universos, Universo donde la física y la alquimia vuelven a encontrarse, Universo donde Newton nos aterroriza una vez más, Universo donde el Renacimiento y la Inglaterra victoriana coexisten, Universo donde la locura de poder explicarlo todo es posible, Universo donde Dios es virtual ¿Contradicción otra vez? No, porque detrás de este tinglado de artificios mágico-técnico-alquímicos (artificios que los juegos de computadora sobrepasan fácil y continuamente) se atisba algo (La-Bàs) medrar. En la obra de Meier, el que llamaremos “género” es consecuencia ineludible, en ningún caso un objetivo. Es la vía por donde, en sus propias palabras, la toma de conciencia del paradigma contemporáneo se manifiesta. De esta manera diverge de historias tan actuales como la idea de la Tierra plana, que, disfrazadas con rayos fotones, viajes temporales, drogas eléctricas y culturas aborígenes jugando pac-man, seducen a los querubines del Cielo (vaya un merecido bostezo para ellas).
El ebrio (por favor, no alcohólico) lápiz Bic de Meier, escarba en los pliegues del lenguaje para hallar uno nuevo. Aun cuando el fracaso parece ser el único final posible, continúa y golpea puertas que no debe. Encuentra la simiente de una nueva estética. Su esfuerzo por empujar a la imaginación al abismo, en una inspiración mesiánica, nos redime. Bebe el vino de los misterios y, sin develarlos, nos lleva una vez más a Eleusis. Nos enseña una vez más, temblando de terror (el terror de la lucidez), a Pan. Nos enseña una vez más, temblando de terror, el Aleph. Se acerca asintóticamente a la Salvación. Pero, y es que siempre debe haber uno, no por mucho. Su obra contiene la semilla de la autodestrucción. Está, irremediablemente, condenada, y él lo sabe. Sabe que no tardará en venir el instante en que necesitemos hurgar otra vez en el misterioso volumen de la Anglo-American Cyclopedia ¿Qué buscaremos esta vez en él? ¿Cyber-Punk? ¿Steam-Punk? ¿Culture-Punk? ¿Whatever-Punk? No importa. Lo que importa es que por el momento, Meier, nos permite sobrellevar esta enfermedad del espíritu, lo que importa es que por el momento, Meier, nos ha salvado del Cielo. Esa es mi opinión.
Miguel Vargas

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Sergio Meier

Escritor y traductor. Ha dictado talleres y charlas de literatura y es uno de los pocos especialistas en Fantasía y CF en Chile. Ha publicado: “El color de la amatista” (1986). También realizó una traducción apócrifa de H.P. Lovecraft que aún hace dudar a los más fanáticos. Mantiene inéditas las novelas: “Una huída hacia la muerte” y “La Segunda Enciclopedia de Tlön”, la primera novela steam punk chilena.


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